1. Haz las paces con el "y si…"
El y si… es como un cuñado en Navidad: no se calla nunca. ¿Y si no consigo ingresos? ¿Y si me deniegan las ayudas? ¿Y si…?
Detente.
Piensa como Marco Aurelio, el emperador estoico que lidiaba con guerras, plagas y más y si… que tú.
Pregúntate: ¿Qué es lo peor que podría pasar?
Si el peor escenario no implica que acabes escribiendo poesía bajo un puente, probablemente lo sobrevivirás.
Y si no, bueno, quizás es hora de practicar ese haiku que siempre quisiste componer.
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2. Establece un Plan B (y un Plan Z, por si las moscas)
Los estoicos creían en estar preparados para lo que venga.
Así que, antes de darle al botón de baja en Hacienda, asegúrate de tener un colchón financiero o al menos un colchón inflable por si toca dormir en la sala de estar.
Piensa en alternativas: trabajos temporales, vender ese patinete eléctrico que nunca usaste o monetizar tus habilidades freelance de otra manera.
El humor negro ayuda: si todo se va al garete, siempre puedes reciclarte como crítico de sistemas burocráticos.
Ya tienes experiencia, ¿no? ¡Jajaja! ¡La tenemos!
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3. No eres un fracasado, eres un estratega
Darse de baja no es tirar la toalla; es como cambiar de estrategia en una partida de ajedrez. Estás dejando la torre en la mesa para mover el caballo.
A veces, retroceder un paso salva la partida.
Así que mírate al espejo y di: "No soy un fracasado, soy el nuevo Napoleón… bueno, sin Waterloo, espero."
Haz un listado de tus logros (sí, esos clientes imposibles a los que sobreviviste) y recuérdalos. Es un respiro, no un epitafio profesional.
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4. El arte de vivir con menos (y no perder la dignidad en el intento)
Sé estoico. Aprende a ser estoico. Estudia lo que es el estoicismo, al menos.
Resumen: aprende a diferenciar lo esencial de lo superfluo.
No necesitas el último móvil ni suscribirte a cuatro plataformas de streaming cuando tu corazón solo late por una.
Piensa en los guanches: sobrevivieron sin internet y sin listas de tareas en aplicaciones modernas.
Si ellos pudieron, tú también.
Y si toca ajustar más el cinturón, recuerda: los pantalones caídos están de moda (o eso dicen).
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5. Busca aliados, no compitas contra el mundo
Darte de baja no significa aislarte.
Habla con otros autónomos que hayan pasado por lo mismo; te sorprendería la cantidad de historias similares que hay ahí fuera.
Y si te deniegan las ayudas, no te preocupes: ahí está tu momento de gloria como David contra Goliat burocrático.
Además, ¡ganarás temas para un blog!
Ah, y recuerda, el peor enemigo eres tú mismo cuando decides que esto es un fracaso, cuando en realidad es una pausa estratégica.
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Epílogo: ¡Respira, humano!
Parar es sano.
Parar es sano.
Parar es sano.
A los cincuenta y tantos años tienes toda una última década y media para redefinirte como profesional.
Sé estoico, haz las paces con tus miedos y dales el humor que se merecen. A fin de cuentas, la vida es una tragicomedia y tú eres el protagonista.
Así que, salta del trampolín y abraza el puré de lo que sea.
Si te ríes de ello, siempre caes de pie.
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