Mi amigo Jaime tiene 58 años...


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Mi amigo Jaime tiene 58 años. Lleva toda la vida trabajando como transportista. Las últimas décadas en un fabricante y mayorista de productos de hogar. Pero las cosas no iban bien en la empresa y cerraron la fábrica donde él trabajaba, reconvirtiéndola en una sede logística y subcontratando servicios a terceros.

Y por lo que le han dicho, la empresa espera la nueva normativa para sustituir a los empleados antigüos por nuevos trabajadores y ahorrar un dinero en trienios. La cosa no tiene buen aspecto. Quieren gente joven, no importa que no tengan experiencia o que sean unos mentecatos maleducados o que traten a los furgones de la compañía como si fueran vólidos. Lo que importa es que alguien joven y sin antigüedad cobrará menos.

Ahora, tras el despido, está desempleado. ¡Y con su edad! No sabe hacer otra cosa. No entiende de modernidades como esa cosa de Internet. Le han dicho que puede renovar el paro por ahí y él ha preguntado si puede ir a la oficina, que no tiene un ordenador de esos ni dinero para comprarlo ni quisiera tener que comprarlo.

Está parado, pero literalmente parado. Ahora, con esta edad, si opta por una prejubilación apenas le llegará para pagar la hipoteca. Quizás tengan que seguir pagándo los hijos o, al final, después de tantos años, se la quede el Banco. Igual hubiera sido alquilar. ¡Se lamenta de la herencia que dejará a sus hijos! No hace trabajos puntuales que le van saliendo porque le han metido miedo. Le han dicho que si lo pillan le quitan su prestación, que le llegará hasta los 60 años, momento en el que entrará en un vacío hasta que se pueda prejubilar con un gran recorte sobre la escasa pensión que le quedará.

Su rutina ahora es ir al bar, pasar a ver a los amigos del barrio por sus vacíos negocios y preguntar de vez en cuando con voz monótona y poco convencida si por casualidad no tendrás un trabajito para él, lo que sea. Él es de la generación en la que había que trabajar. Aquello de la vocación era para los seminaristas.

Y yo, con treinta y tantos, quisiera tender una mano. Pero qué puedo hacer. Tengo la mente en blanco.


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