Que yo recuerde, en mis años de formación, nunca me enseñaron a autoevaluarme. Nunca me dieron indicaciones para hacer examen de conciencia, revisión de mis actos. ¿Cuántas veces has parado y, además de hacerte preguntas, has repasado mentalmente tu último año, tu última década, tus últimas decisiones, tus últimas meteduras de pata, tus últimos éxitos y aciertos?
A un despido, sobre todo después de un largo periodo vinculado a una organización, siempre le sigue una duda, un miedo, que puede amarrarte al sillón de la sala y dejarte inmóvil durante meses. ¿Seré capaz, estaré preparado para encarar la búsqueda de empleo?
Después de años realizando una serie de tareas, en muchos casos, la desvinculación con el mercado laboral es inevitable y abre (aparentemente) una gran distancia entre nuestro perfil curricular individual y lo que el mercado demanda.
Para afrontar la realidad de esta distancia, para darte cuenta que igual no es el ogro tan grande ni está tan hambriento, para mejorar nuestras debilidades profesionales y dar mayor valor a nuestras virtudes excepcionales, esas que cada uno tiene aunque se niegue a reconocerlo, es necesario conocer el estado de tu profesionalidad.
Lo cierto es que no deberíamos de esperar a una situación de desempleo para hacernos algunas preguntas: ¿cuáles son mis objetivos personales/profesionales? ¿estoy satisfecho con mi evolución? ¿con mis últimas tareas/tareas actuales? ¿qué motivó mis últimos éxitos y mis últimos fracasos?
Para hacer esta labor de manera más estructurada conviene afrontar estas preguntas básicas para nuestros conocimientos y capacitación profesional, para nuestra capacidad de organización del trabajo, para nuestra capacidad de acción y decisión y para nuestra capacidad en las relaciones sociales/laborales/humanas.
Este enfoque de auto-análisis, que no pretende minusvalorar a la persona sino reforzarla, tiene la misma utilidad para un alto directivo que para un camarero. ¿Acaso un experimentado barman no podría afrontar el reto de montar un pub en una zona turística? De empleado asalariado a emprendedor. ¿Por qué no?
Capacitación profesional:
- ¿Manejas los principios básicos de tu profesión? ¿Los aplicas día a día?
- ¿Procuras mantenerte informado de lo que sucede en tu sector?
- ¿Lees habitualmente fuentes de información relacionadas con tu actividad?
Capacidad de organización:
- ¿Eres capaz de organizar tu trabajo eficientemente?
- ¿Crees que puedes dirigir eficazmente un grupo de trabajo?
- ¿Puedes establecer objetivos realistas y alcanzables?
- ¿Cuánto te beneficia/perjudica la improvisación? ¿Cómo la manejas?
Capacidad de acción/decisión:
- ¿Te cuesta tomar decisiones? ¿En qué manera pasas a la acción?
- ¿Asumes las consecuencias? ¿Reconoces errores? ¿Compartes los éxitos?
Capacidades sociales:
- ¿Cómo ha sido la relación con tus compañeros? ¿Con tus subordinados? ¿Con tus superiores?
- ¿Cómo has afrontado los conflictos?
- ¿Has sabido delegar? ¿Cómo recibes las órdenes/instrucciones de trabajo?
En ocasiones las respuestas a estas preguntas o similares son tan evidentes que no parece lógico hacerlas y responderlas, a ser posible por escrito. ¿Quién mejor que tú va a conocer tus puntos fuertes y tus debilidades?
Pero...
Cuando me quedé sin trabajo estaba tan habituado a la rutina, a afeitarme por las mañanas sin mirarme al espejo, a recitar las mismas frases que había olvidado disfrutar con lo que hacía. No encontraba placer a programar, a encontrar soluciones a través de líneas de código (mi profesión y mi tarea habitual y principal). Había olvidado lo agradable que es una conversación con iguales, con otros frikis del while, el for y el if.
Hacerme estas preguntas, tras ese breve periodo de reflexión y descanso, tras lo que yo llamé una pausa para desintoxicar mis neuronas, me ayudó a ver mi posición real con respecto al mercado laboral, evaluar mi trayectoria (con la ayuda de un tutor, proporcionado por los Servicios Autonómicos de Empleo) y poder encarar mi presente y mi futuro con realismo.
Volví a reactivar viejos contactos, asistir a jornadas, congresos y seminarios y a leer con interés documentación profesional. Y lo que en principio fue una catástrofe personal acabó por convertirse en una oportunidad. Lo único que cambió fue mi modo de mirar. Y esa oportunidad no termina por encontrar, por fin, un empleo. Un empleo que además encaja en mis expectativas.
Lo comparto contigo ahora, pero me gustaría volver a decirte que no soy profesional de la motivación ni en recursos humanos. Yo sólo programo. Mi historia, como la de millones de españoles hoy, es la de un trabajador que quedó en paro después de 16 años vinculado con la misma entidad. Me hice preguntas, me deprimí, me caí, me auto-compadecí... y me volví a levantar. Ahora te lo cuento. Tú, si estás en ese mismo proceso, deberás de recorrer ese camino, buscar la ayuda que necesites y la información que precises e, igualmente, salir adelante.
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