Oído al filo de un café, junto a la esquina de la página central de un periódico manoseado.
El bar es el diván sin complejos de los psicólogos en paro. Y de algunos informáticos con mucho oído y exceso de curiosidad.
Cobro unos 600 euros. Pago unos 400 en la hipoteca porque gracias a Dios compramos una vivienda a un excelente precio. Con 200 euros mantenemos a nuestros tres hijos y los gastos. En realidad, no sólo con esos 200 euros sino con la caridad de nuestros familiares, padres y abuelos.
Yo hago trabajos por los que cobro dinero. Lo llaman negro pero al que yo llamo "mi flotador".
¿Defraudo? Puede que sí.
Pero me importa un bledo el fraude, la ley y la madre que parió a la Seguridad Social y sus normas porque, lo que yo quiero, es poder seguir viviendo bajo techo, comer, tener luz y agua en nuestro hogar y poder dar una educación con unos mínimos de calidad a nuestros tres hijos.
¿Defraudo? Puede que sí.
Y un millón de veces más defraudaría a la Hacienda, al INEM y a todos esos que no necesitan defraudar para salvaguardar el presente y el futuro de su familia.
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