Recientemente, en uno de los últimos programas de Comando Actualidad de TVE1, no sé si el titulado El mercado de la droga, me llamó la atención una anécdota.
Estaban rodando en el barrio de Montecarmelo, en Madrid. Cerca de allí hay un colegio privado, no viene a cuento decir cual. Comentaba la periodista que hay quejas desde el colegio, por parte de los padres, sobre la peligrosidad del barrio.
En el ir y venir, micrófono en mano hacia unos y otros se acerca a una pareja que está esperando a su hijo en el coche. Pregunta por el asunto y aquellos dos, hombre y mujer, empiezan a despotricar del barrio y su peligrosidad. Después de quedarse bien a gusto se les pregunta cuánto les cuesta el colegio de los niños. Cuatrocientos, responden.
Y ya que no es un precio al alcance de cualquiera, se añade nueva pregunta. ¿En qué trabajan? Unos segundos de silencio y sonrisas dudosas. ¿Lo decimos? Funcionarios, responden. En ese momento se sube el niño en el coche, arrancan y se marchan.
Señores funcionarios, quisiera recordarles que, junto con los demandantes de empleo que cobran algún tipo de ayuda y los pensionistas y jubilados de todo tipo, forman ese "pasivo" (y a mucha honra, por supuesto) que se sustenta gracias a los impuestos de empresas y trabajadores del sector privado, lo que compone el "activo" de un país. No intento poner a nadie por encima ni por debajo a causa de su situación, no se me mal interprete, por favor.
Sin embargo, esa pareja de funcionarios que paga esos cuatrocientos por el colegio del niño debería de recordar que cobra de una administración pública que se sustenta por esos impuestos antes citados, pagados por esas asfixiadas PYMEs y la ya menguante masa laboral que vive, entre otros, en ese barrio "tan peligroso", donde se deben de cocer algunas habas muy gordas, como en todos lados, pero donde también hay gente honesta, trabajadora y honrada.
Esos funcionarios trabajan administrando y gestionando las propiedades y los asuntos de todos los ciudadanos, sin distinción, en los que, por supuesto, también están esos otros ciudadanos que vive en un barrio etiquetado como "conflictivo". Están, los funcionarios, también al servicio de los vecinos de esas calles "que dan tanto problema". No es al revés, que no se confundan.
Antes de abrir la boca para espetar contra cualquiera o contra un colectivo estaría bien reflexionar sobre lo íntimamente ligados que estamos todos en una sociedad y como dependemos unos de otros. Creer que por ser funcionario se está seguro laboralmente o en otro estatus es, cuando menos, estúpido y signo de una idiotez supina.
El funcionariado debe respeto al ciudadano porque está a su servicio, algo que parece se ha olvidado. Ese respeto es signo de respeto a sí mismo, además, porque él mismo forma parte de la ciudadanía. Pero además, su verdadero jefe está en la calle, está en Montecarmelo y en Las Torres y no es el director o gerente enchufado de turno.
Y al que le pique, es porque ajos come.
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