Y es que es así, no hay otra. A un abogado se le paga por saber no por hacer, pero merece la pena. Te sientes respaldado, apoyado, con mayor seguridad en cada paso que das.
Para la empresa, frente a un despido, eres un número de la Seguridad Social a liquidar. Para ti, ellos, no deberían ser otra cosa que un CIF.
No lo olvides, durante un despido no estás tratando con personas físicas, sino con una entidad jurídica.
Si no tienes recursos puedes afiliarte a un sindicato y que te asignen un abogado cuyo coste puede ser significativamente inferior a si buscas uno tú mismo.
Sin embargo, si está dentro de tus posibilidades, invierte tiempo en localizar un buen abogado laboralista, pon todo tu caso en la mesa y déjate guiar.
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